Nueva historia breve en Amazon.
Ambientada en la hermosa ciudad de Nueva York, es la historia de dos seres destinados a amarse.
Es un reflejo de estos tiempos, la búsqueda del amor verdadero y también un retrato vívido, humano.
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Extracto.
Observó el apartamento como chiquilla en
tienda de juguetes: extasiada, no se perdió ni un solo detalle. Era inmenso,
con preciosos muebles antiguos restaurados, cortinados de seda blanca, pisos de
madera lustrosos y algunos cuadros costosos.
Todo estaba en perfecto orden, reluciente y
había un olor a menta muy agradable.
Él le sirvió el trago y encendió la música
suave de los ochenta. “Qué extraño, no hay huellas de una mujer aquí, él no
tiene huellas de su esposa, lo he notado pensativo a veces” pensó mientras
bebía el gin en un larga copa de cristal.
No parecía un verdadero hogar, sino el
apartamento de soltero de un alegre libertino, de vida alegre, disipada… A ella
le encantaba llegar a casa de sus padres
en Nueva Jersey y encontrarlos y oír sus
voces, risas, los juguetes tirados de sus sobrinos, el fiel labrador Ted corriendo
de un lado a otro loco de contento. Ese era un verdadero hogar. Ese lugar
arecía tan impersonal como una oficina. Al parecer tenía un montón de empleadas
que lo mantenían pulcro y reluciente.
Sin embargo cuando entró en la habitación
principal sintió su perfume y al ver la cama suspiró. Era hermosa y pensó “no
podré hacerlo, correré y él pensará que soy una tonta”.
Él no habló, la siguió con la mirada y de
pronto se acercó.
—Es usted un enigma señorita Preston, nunca
entenderé por qué una mujer tan bella está sola en esta ciudad y no sale con
nadie. Debería estar casada y llena de niños.
Sus ojos se nublaron al oír eso.
—Es verdad, era mi sueño antes… Y los sueños
pesan cuando los perdemos y luego, cuando sentimos que nunca más volverán—dijo
con tristeza.
Él se disculpó, había metido la pata, la
joven parecía apenada.
—Si le sirve de consuelo le diré señorita Preston
que todos perdemos sueños alguna vez, no se aflija, es usted tan joven.
Quería besarla y hacerle el amor, al diablo
lo demás, se moría por besarla, por sentir su calor, su dulzura…
—Es verdad—respondió ella y abrió sus labios
invitándolo a que los besara.
—Preciosa muñeca de cabello color fuego—susurró
él y la atrapó entre sus brazos de forma posesiva besándola una y otra vez. Un
beso duro, fuerte, avasallante que la hizo sentir que nunca la habían besado
mientras sufría ese torbellino de emociones intensas recorrer su cuerpo.
Y sin perder ni un minuto la llevó a la cama mirándola
con intensidad mientras la acariciaba despacio y sus manos la tocaban
lentamente…
Ella lo abrazó y cerró los ojos deseando que
lo hiciera. Estaba algo mareada pero quería hacerlo, que lo hiciera de prisa…
De pronto se vio desnuda y a su merced, él la
miraba embelesado con la luz mortecina y roja de la lámpara, era preciosa,
dulce… y en esos momentos solo pensó en sentir su calor y besarla, hacerla
suya… quería hacerlo… lo haría ahora.
Victoria vio que se desnudaba y liberaba su
inmenso miembro erguido. Era un hombre tan guapo, fuerte… se acercó para tocar
su pecho, para besarlo y seguir más allá. Él acarició su cabello rojo y gimió
al sentir las dulces caricias de sus labios en su miembro. Estaba tan excitado
que solo quería tenderla y llenarla con su placer, no podía esperar, pero antes
quería saber si estaba preparada para recibirle.